El mundo de la energía está cambiando a marchas forzadas y más aún con el desencadenante de los últimos factores sociales y geopolíticos (pandemias/conflictos bélicos, inflación…) de los que afortunadamente se ha apostado por salir avanzando aún más en la reducción de emisiones contaminantes; tanto emisiones que perjudican la salud (NOx, SOx, CO, Partículas) como aquellas que propician el calentamiento global (CO2, CH4 y NOx y CO).
Las energías renovables junto con el vehículo eléctrico son dos de las realidades que todos palpamos en nuestro día a día y que esta vez sí parecen ser imparables debido a los factores ya indicados. El hidrógeno ha sido el último en adherirse a este proceso de transición energética y hay una clara apuesta por el desarrollo de una infraestructura que permita su expansión y consolidación.
Las energías renovables, el sol, el viento, y los coches eléctricos han favorecido una generación distribuida y una electrificación que hasta hace poco era impensable. Y esta historia tendría un final feliz en 10 o 15 años si los avances en almacenamiento energético estuviesen a la par. Pero son muchos los que dicen que aún no lo están, y no estarán a corto plazo a un precio razonable. Por ello, el gas y la energía nuclear se convierten en un elemento clave en este tablero de juego, en este camino al cero neto en 2050.
Y lo serán durante muchos años hasta que el almacenamiento energético posibilite la gestión de esas energías renovables. O hasta que la producción de hidrógeno sea capaz de cubrir al máximo las necesidades energéticas. Pero, además, su caducidad no cumplirá con la llegada del hidrógeno, sino que convivirán durante muchos años en ese mix de energía en el que cada uno realizará un rol determinado.
NOx. Los denominados óxidos de nitrógeno engloban tanto al monóxido (NO) como al dióxido de nitrógeno (NO2). De las dos, es ésta última la principal forma química con efectos adversos sobre la salud; además, el NO se oxida con facilidad, dando lugar a NO2 rápidamente una vez presente en la atmósfera.
SO2. El dióxido de azufre (SO2) está regulado en la normativa a causa de su potencial efecto sobre la salud y los ecosistemas. Este contaminante puede producir, incluso a grandes distancias del foco emisor, efectos adversos sobre la salud, sobre la biodiversidad, los suelos y los ecosistemas acuáticos y forestales.
CO. El CO penetra en el organismo a través de los pulmones, y puede provocar una disminución de la capacidad de transporte de oxígeno de la sangre. También posee consecuencias sobre el clima, ya que contribuye a la formación de gases de efecto invernadero.
Partículas. Son los contaminantes del aire más importantes en términos de peligrosidad para la salud humana. Las partículas ultrafinas en suspensión pueden afectar al crecimiento vegetal, a la fauna, influyen en los cambios de temperatura netos e incluso pueden alterar los patrones de precipitación.
Y en este contexto, el Parlamento Europeo ha aprobado recientemente la taxonomía de la nuclear y el gas como 'verdes', esto es, fuentes sostenibles, al considerar que las renovables no pueden producir actualmente toda la electricidad que necesitan los países y las economías en su día a día. Por tanto, la decisión europea permite acelerar la descarbonización con el apoyo de fuentes que generen menores emisiones como el gas y que sean complementarias a las renovables en aquellos momentos donde éstas presenten ciertas limitaciones.
Y esa realidad de complementariedad es una realidad constante. En estos momentos, es preciso generar energía a través de grupos electrógenos en los casos en los que las renovables no puedan satisfacer el nivel de la demanda, cuando el sistema eléctrico no
dispone de potencia suficiente o incluso en aquellos sectores en los que las renovables son difícilmente aplicables.
“Es probable que a corto plazo el sistema eléctrico renovable, distribuido o no, no sea capaz de alimentar por sí solo todos esos EVs, maquinaria eléctrica y aerotermias entre otros, sin esa generación de energía de apoyo tan necesaria como es la suministrada por un grupo electrógeno. Y cuando la red no aporta la potencia suficiente también es necesaria una generación de energía con capacidad de respuesta rápida para mantener el voltaje y la frecuencia. Y esa es una de las aplicaciones donde la generación con gas natural es más necesaria, ya sean plantas de capacidad de pequeña potencia (en solitario o hibridada con baterías) o ciclos combinados”, advierte Manuel Aguilera, Global Gas Unit Head en HIMOINSA.
La dificultad de generar grandes plantas de almacenamiento sin un desembolso elevado es una realidad. Son muchos los artículos que hablan sobre el desorbitado precio de cargar el mundo con energía 100% renovable, un escenario que muchos describen como ‘inviable económicamente’ y eso sin tener en cuenta la durabilidad limitada de las baterías. Algunos países como Reino Unido lo tienen muy claro desde hace años y apuestan por plantas distribuidas de generación con gas natural, siendo en su última versión, hibridadas con baterías.
Además, este tipo de plantas de capacidad no suelen trabajar más de 1.500h al año (de un total de 8.760h) precisamente por eso, porque están de apoyo a las renovables y además de ser bajas en carbono, su utilización es baja pero determinante.
2 El gas es una excelente alternativa a los problemas y preocupaciones mostradas en el sector del alquiler tras la llegada de la tecnología Stage V con la que se plantea una reducción de emisiones en los equipos diésel, en cumplimiento del Reglamento UE 2016/1628 para máquinas móviles no de carretera. Por ello los generadores diésel incorporan nuevos sistemas de postratamiento que suponen un cambio en el modo de uso de los equipos y genera ciertas incertidumbres en las empresas de alquiler, al considerarse un sistema más sofisticado. En este sentido, los grupos electrógenos a gas, con su tecnología consolidada, incorporan un sencillo catalizador de tres vías, eliminando un 90% de las emisiones de CO, NOx, SOx, partículas y un 20% las de CO2 y ruido. Por tanto, no supone un cambio de equipos, para los fabricantes, o un cambio en el modo de operación de equipos para el usuario, y a la vez se garantiza el cumplimiento de la normativa europea en materia de emisiones.
No hay un solo combustible o fuente de energía que pueda por sí solo acercarnos a un mundo neutro en emisiones de CO2 para 2050. La apuesta por el Gas Natural, el GLP y el biogás es una buena noticia. Recortaremos con urgencia un 20% de las emisiones de CO2 en el sector de la generación de energía donde la implantación de las renovables llevará su tiempo y plantea ciertas limitaciones y contribuiremos así a reducir drásticamente las emisiones.
Y lo más importante, de este modo se estarán sentando las bases, las infraestructuras comunes para la futura distribución del tan preciado hidrógeno y otros gases renovables como el biometano. Cuando éste esté disponible en cantidad suficiente, bastará con inyectarlo en las redes de distribución de gas natural y todos y cada uno de esos sistemas conectados a la red de gas, pasarán progresivamente a utilizar una fuente renovable y de emisiones cero, cada vez en mayor proporción. Pero el paso previo, sin duda, es seguir fomentando e invirtiendo en los sistemas de generación eléctrica con gas, así como fomentar el almacenaje de gas, la distribución de gas, el uso del gas ya sea GLP o GNL. Con todo esto se seguirá tejiendo una infraestructura de la que más adelante se beneficiará el hidrógeno.
Y después de la llegada del hidrógeno, seguiremos siendo testigos durante años de la convivencia de éste con baterías, generadores a gas y diésel, renovables, hibridación...